Título: El Jugador Autor: Fyodor Dostoyevski Editorial: Alianza Editorial Precio: 8,80 € Páginas: 224 Puntuación: 5/5 ...

El Jugador | Reseña

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Título: El Jugador
Autor: Fyodor Dostoyevski
Editorial: Alianza Editorial
Precio: 8,80 €
Páginas: 224
Puntuación: 5/5

Novela de indudable trasfondo autobiográfico, EL JUGADOR (1866) refleja los dos grandes impulsos –el juego y la pasión amorosa– que dominaron la vida de Fiódor Dostoyevski (1821-1881). En medio de una galería de personajes desarraigados y trashumantes que deambulan por la ciudad-balneario de Wiesbaden (el «Roulettenburg» de la ficción), la patética figura de Aleksei Ivanovich personifica el goce y la angustia del tipo humano que acaba por canalizar toda su capacidad de protesta en la pasión por el juego como vía de acceso, mediante el dolor y el envilecimiento, a una libertad vorazmente deseada.


El Jugador es un libro que, inesperadamente, se echa de menos una vez lo terminas. El otro día me sorprendí pensando en el protagonista días después de haberlo terminado, pensando en la pequeña tragedia que encontramos en la última página, en el destino de Polina…

Alexei es un joven de unos veinticinco años, tutor de los niños de un General ruso en banca rota, y enamorado de Polina, la hijastra del General. Su vida se reduce a cuidar de los niños y ofrecerle su vida, literalmente, a Polina; pero todo cambia cuando se trasladan a la ciudad-balneario de Rulettenburg —un nombre algo ominoso, ¿no es así?— y Alexei se ve obligado a convivir entre ruletas y mesas de trente et quarante. Ahí los ricos juegan por placer, y los pobres con la esperanza de ganar lo suficiente como para hacerse ricos. Ahí una fiebre frenética se apodera de las manos de los jugadores, que apuestan todo lo que tienen hasta perder sus herencias, y las ajenas. Los aburguesados franceses y alemanes apuestan metódicamente; los polacos revolotean alrededor de los ricos fracasados, intentando robarles en su desesperación; los rusos apuestan para sentir la subida de las sensaciones que les vuelven locos.

El General espera con ansias la muerte de una vieja tía suya que, sin más parentela, le dejará a él gran parte de su herencia; a su muerte, podrá liquidar las copiosas deudas que ha acumulado con el francés Des Grieux y casarse por fin con mademoiselle Blanche de Cominges. Pero sus esperanzas se ven truncadas cuando la propia tía aparece sana como un roble por la ciudad-balneario, dispuesta a ver qué es eso de la ruleta que trae de cabeza a todos. Y lo que es peor aún para el General, llega escupiendo su desprecio por el General, ofendida por cada telegrama que este manda a Moscú preguntando si ha muerto ya, y jura y perjura que a él no le dejará nada de la herencia.

A la llegada de la tía, Alexei se verá arrastrado al casino como guía suyo que termina siendo, y asistirá a la caída de los que le rodean, percibirá la histeria ludópata que se apodera de los que apuestan, y se sentirá fascinado por esa sensación de libertad que lo embarga cuando ve cómo la pelotita rueda y rueda hasta caer en un número. Zéro, zéro, vingt-cinq, zéro. La suerte del principiante otorga su gracia a los audaces. Y Dostoyevski teje una historia corta, narrada en primera persona, que nos muestra la esencia de la suerte; la Suerte, esa diosa caprichosa que sólo se despierta de vez en cuando y hace su aparición durante unos pocos minutos; la Suerte, esa diosa en la que los rusos confían más que cualquier otro pueblo, según la visión de Alexei, y que puede cambiar el destino de una persona, y de una pareja, y de una familia. La Suerte puede sacarlo de una vida de servilismo, o hundirle en ella; pero él confía en la Suerte, porque ¿qué hay de diferente en ganarse la vida trabajando o apostando? En efecto, ¿qué hay de diferente? Pues el resultado, diría yo; puedes ser esclavo del trabajo, o puedes ser esclavo de la suerte. Escoge con cuidado.
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