Título: Madame Bovary Autor: Gustave Flaubert Editorial: Alianza Editorial Precio: 10,90  € Páginas: 432 Puntuación: 5/5 Co...

Madame Bovary | Reseña

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Título: Madame Bovary
Autor: Gustave Flaubert
Editorial: Alianza Editorial
Precio: 10,90 
Páginas: 432
Puntuación: 5/5


Considerada unánimemente una de las mejores novelas de todos los tiempos, "Madame Bovary" narra la oscura tragedia de Emma Bovary, mujer infelizmente casada cuyos sueños chocan cruelmente con la realidad. Al hechizo que ejerce la figura de la protagonista hay que añadir la sabia combinación en su argumento de rebeldía, violencia, melodrama y sexo, «los cuatro grandes ríos», como afirmó en su día Mario Vargas Llosa, que alimentan esta historia inigualable.

Lo que al principio creí que sería la última reseña del año, ha resultado ser la primera del 2015. Y puestos que me examino de este mismo libro (entre otros que aún no he leído porque soy una irresponsable) a mediados de enero, sería buena idea darle un repaso a la obra maestra que es Madame Bovary

Si bien es una prosa que se hace pesada por momentos, eso no quita que esté escrita con una brillantez poco común y muy peculiar del autor. Y si bien me ha costado más de lo que quería terminarla, puedo asegurar dos cosas: que la he disfrutado con toda el alma, y que cualquiera que la lea, la disfrutará igualmente. No creo haber encontrado jamás a nadie que no haya quedado fascinado por las palabras de Flaubert, y espero que siga siendo así; ¿cómo enfrentarse a alguien que no ha caído rendido a los pies de lo que es una de las novelas más importantes de la modernidad, de la literatura? 

Aunque el personaje de Emma Bovary no aparece hasta pasadas unas treinta páginas, la forma en que se la presenta dice mucho de lo que podemos esperar de ella. Es bien sabido que Emma es un Quijote moderno dentro del cuerpo de una joven mujer, y que su educación es el detonante de una serie de problemas que la arrastrarán hasta lo más hondo del abismo. Emma se empapa ávidamente de las novelas románticas que proliferan en esa época, una literatura insípida y rimbombante que le crea unas expectativas que no se corresponden a la realidad; así, en tanto que ella desea y busca un amor pasional, irreverente y frenético que sea acompañado de los más grandes lujos que pueda ofrecerle un caballero fuerte y entregado, su realidad resulta ser muy distinta al casarse con un médico de provincias de aspiraciones mediocres y sentimientos discretos. 

Deprimida, Emma acabará siendo seducida y seduciendo a una serie de hombres en los que proyectará sus ideales —ese código en el que se basan sus pensamientos y sus sentimientos, pero que es absolutamente obsoleto— pero que resultarán unos patanes aprovechados y cobardes. Con sus amoríos llega el despilfarro de un dinero que no tiene, y unas deudas que irán aumentando a medida que su infidelidad se hace más patética y despreciable; así, al final de la obra muy lejos quedan sus paseos a caballo por el bosque con Rodolphe cuando sube a la silla de postas arrastrada por un Leon desesperado; el adulterio de Emma se va abaratando (en palabras de Vladimir Nabokov), mientras que sus deudas aumentan para permitirse el lujo de engañar a su marido.


Si bien el personaje de Emma Bovary destaca como protagonista por distintos aspectos, sobre todo por la relación amor-odio que la mayoría de lectores mantienen con ella, hay otro personaje que cabe mencionar, esta vez por el asco que todos le tenemos: Homais, el vecino farmacéutico de los Bovary. Este hombre de costumbres y valores típicamente filisteos —que no burgueses— provoca especial aversión en los demás por su buena fortuna, a pesar de ser una persona mediocre y aprovechada y de un esnobismo apabullante que se traduce en largos discursos sobre la religión, Voltaire y las muchas curas que él puede proporcionar a los demás gracias a sus conocimientos de la profesión, curas que al final resultan un fracaso, o algo peor. Supongo que todos conocemos a un Homais, y por eso lo odiamos con especial ahínco: reflejamos en él la personalidad de otros que, antes que él, ya formaron parte de nuestras vidas. 

Esta historia, de narrador en tercera persona omnisciente —excepto en el primer capítulo, donde se utiliza una primera persona, una especia de patada a la intrusión característica del narrador de su predecesor, Honoré de Balzac, del que Flaubert dijo que «habría sido un gran escritor si hubiese sabido escribir»— es un verdadero río de sensaciones; una novela evocadora, tanto por la historia que cuenta como por sus personajes y la maestría del autor al elegir la palabra exacta e hilar una frase tras la otra para crear un ritmo y una cadencia que rocen la perfección. 

Puede que Gustave Flaubert jamás dijera esa célebre frase de “Madame Bovary, c’est moi”, pero yo sí puedo, y voy a decirla: «Madame Bovary soy yo», Madame Bovary somos nosotros, lectores empedernidos que de vez en cuando leemos de forma inocente e ingenua, buscando en la realidad lo que algún día encontramos en las páginas de un libro, como quien busca un grano de arena concreto en una playa. No puedo odiar del todo a Emma Bovary, porque en cierta medida yo he sido ella. Terrible epifanía, y fantástica a la vez.

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